Todavía falta

Mi hijo mayor, Andrés, tiene 8 años y es una máquina de hacer preguntas. Por momentos su curiosidad parece no conocer límites; pregunta de todo y desde ángulos que jamás se me hubiesen ocurrido. Debo reconocer que más de una vez he guardado silencio, porque prefiero callar y que dude de mi ignorancia, a hablar y despejar cualquier duda.
Pero, como todo niño cuando sale con sus padres en un largo viaje, su pregunta más recurrente es: “Papa, ¿ya llegamos?”. Las primeras veces le respondo con un amable: “No, todavía falta, hijo”. Pero, después de cincuenta veces de escuchar la misma pregunta, reconozco que mi tono cambia un “poquito”.
Honestamente solía enojarme mucho hasta que… ¿saben? Andrés me recuerda mucho a mí cuando le hago la misma pregunta a Dios en relación con los asuntos de la vida: “Señor, ¿hasta cuándo seguiré con esto?” Seguramente habrás hecho lo mismo:
-“¿Hasta cuándo seguiré enfermo?”
-“¿Hasta cuándo seguiré buscando trabajo?”
-“¿Hasta cuándo podré salir adelante?”
-“¿Cuándo encontraré a la persona idónea para casarme?”
-“¿Cuánto más tengo que aguantar este problema?”

Es curioso, pero he descubierto que ocasionalmente Dios responde de la misma manera que yo lo hago con Andrés durante un viaje: “No, todavía falta”. Y al igual que mi hijo, vuelvo a hacer la pregunta, quizás motivado por la frustración, desesperación, tristeza, temor, inseguridad o lo que sea, buscando la respuesta que yo quiero escuchar.
Pero, una vez más, Dios responde: “No, todavía falta, hijo”. Él nunca se exaspera o hastía con mi pregunta.
No creo en un Dios que le gusta ver sufrir a sus hijos, pero sí creo en un Dios que en momentos permite el dolor para ser pulidos y conocer allí lo que realmente necesitamos. El famoso apóstol Pablo, movido por una fuerte crisis personal, le dijo a Dios: “Quítame esto”. Claro, ¿a quién más irías en medio del dolor o un fuerte desafío? Pablo fue a la persona correcta, pero quizás nunca esperó la respuesta que recibió: «Mi amor es todo lo que necesitas. Mi poder se muestra en la debilidad».
Mi estimado, el dolor nunca te dejará en el mismo lugar que te encontró.
Es probable que te estés haciendo muchas preguntas: “¿Ya llegamos?”, “¿Ya terminó?”, “¿Hasta cuándo?” La verdad, no lo sé, quizás “todavía falta”. Pero, mientras llegás al destino, mientras esperás el milagro, permitile al Señor que te refine.
“Te he refinado, pero no como se refina la plata; más bien te he refinado en el horno del sufrimiento” Isaías 48.10 - NTV.

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