“Vos tenés tu verdad y yo la mía”


Se quedaron encerrados en un cuarto oscuro con un animal de gran tamaño. No lo miraban, pero lo percibían. Arrinconados y con mucho miedo comenzaron a susurrar, discutiendo sobre cómo era aquella bestia.

Uno de ellos tomó valor, se acercó y tocó el lomo (al menos, eso pensó), y dijo que era como una gran pared. Otro palpó una pata, y dijo que era como un tronco. Uno más tocó una larga trompa, e imaginó una gran serpiente. Llegó el turno del incrédulo del grupo y decidió no tocar, alegando que el animal quizás ni existía.

¿Quién dice la verdad?

Es una historia absurda y ficticia -por supuesto- pero revela una realidad incuestionable: el mundo establece la VERDAD según su perspectiva. Lo que realmente sucede es que no sabe definirla. En el peor de los casos la mezcla con la falsedad, creando una mentira más destructiva.

Así nacen las religiones, las dictaduras o los movimientos sociales. Incluso, así surgen las crisis económicas y hasta las pandemias.

Hemos sufrido muchos colapsos. Pero, el Covid-19 ha sido el primer gran golpe que nos ha tocado vivir como planeta globalizado. Y por si fuera poco, ha surgido un problema mayúsculo: la CONFUSIÓN. Y eso nos arrastra al temor, enojo, inseguridad…

¿Y saben por qué? No, no por falta de información. Esa sobra. Sencillamente porque vivimos una crisis de la verdad. Ravi Zacharias dijo: "Cuando muere la verdad, también muere la realidad".

- Donald Trump dice que…
- La OMS afirma que…
- China informa que…
- Europa ha dicho que…
- Nayib Bukele twittea que…
- El MINSA dice que…
- Daniel Ortega dijo que…
- Los medios de comunicación publican que…
- Los científicos descubrieron que…
- Facebook / Instagram dice que…
- Mis amigos me contaron que…
- Yo pienso que…

¿Han notado que esas voces rara vez coinciden?

Eso sí, todos tenemos algo que decir (aquí estoy yo como ejemplo, en un torpe intento). Lamentablemente no siempre decimos la verdad (y cuando la decimos, la mezclamos hasta diluirla).

Nuestro mundo sigue haciéndose la misma pregunta que aquel escéptico Poncio Pilato frente a Jesús: “¿Qué es la verdad?”; para luego darse la vuelta sin esperar respuesta. Este mismo escepticismo lo vemos a diario en el hombre, que desilusionado transforma -erradamente- la verdad en algo relativo: “Vos tenés tu verdad y yo la mía”. Es la era de Pilato.

Mis estimados, la mayor prisión que sufrimos no es financiera, política, ni mucho menos las decepciones amorosas. Lo que realmente es nuestra mayor cadena y de la cual se arrastran todas nuestras angustias y decepciones, es que no conocemos la VERDAD, esa que se escribe con mayúscula, y que no necesita adjetivos.

No es un principio, un concepto o un dogma. No es una verdad cristiana, es una verdad absoluta. No se posee, se encuentra. No es mi verdad. Ella existe independiente de mí. No es una religión. No es un sistema de creencias. Es una persona. Es Jesús.

¿Quién tiene la última palabra en tu vida? ¿De quién te fías? La respuesta a estas preguntas determinan cuál (o quién) es tu verdad, porque tu confianza está estrechamente vinculada a tu verdad.

Por eso mi paz ya no viene por saber si “aquellos” dicen toda la verdad ¡Ojalá algún día apunten en esa dirección! El mundo lo necesita. Pero, temo que será difícil, porque mientras la mentira sea un “buen” negocio, la “verdad” sólo será simple información que unos creen y otros no.

¿Saben cómo termina la historia inicial? Un hombre abre la puerta del cuarto, presiona el interruptor que los otros jamás pensaron buscar, y la luz iluminó la habitación. Al fin, todos vieron el elefante.

¡Sea la luz!

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